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Dina Goldstein-Fallen Princesses |
... pero no más fantasías. ¿Qué pasaba por la cabeza de nuestras mamás que nos dejaban ver esas malditas películas? Todas soñábamos con ser princesas que esperaban al príncipe azul tomando una siesta mientras este luchaba contra dragones. Que importa tenerlo que esperar 100 años, si el hombre que llegaba era perfecto en todo sentido. Callado, romántico, valiente, y más guapo que Brad Pitt.
Y claro que siempre te dicen que eres una princesa, te compran el disfraz para Halloween porque ni quien quiera ser la malvada Maléfica, aunque claro que a estas alturas yo con mucho gusto escogería el disfraz de la bruja antes que el de la princesa.
No solo te educan a pensar que existen los hombres como en las películas, sino que además te dan todas las armas para mantenerlos a tu lado siendo una sumisa ama de casa. Mientras mi hermano jugaba con su G.I. Joe, Batman, Hot Wheels, y juegos sangrientos como Resident Evil, yo jugaba con una colección extraordinaria de barbies, que iban complementadas con la cocina y la van rosa para llevar a Kelly al kinder. Las barbies han cambiado, ahora tienen los ojos más grandes, la cintura más pequeña, las boobs más grandes, y las faldas aún más cortas, pero siguen teniendo el mismo propósito, bajarnos el autoestima al no encontrarnos parecido alguno con la famosa y desproporcionada muñeca.
Mientras tanto, las películas siguen llenándonos la cabeza de basura, solo que ahora el príncipe azul es caracterizado por un estúpido vampiro millonario que brilla en el sol, vaya cosa!. Y aunque no vieras películas de “niñas”, tampoco te librabas de el fenómeno del "príncipe azul". ¿O acaso el superhéroe no llegaba siempre a tiempo para rescatar a la damisela en peligro y de paso sacarnos un suspiro? Pero los superhéroes además de salvar a chicas guapas, tienen otra cosa en común con prince charming; ninguno existe. Tarde o temprano, detrás de cada superhéroe hay un Bruce Wayne, Clark Kent, o Peter Parker con una máscara y una va acumulando desilusiones.
Crecimos creyendo que somos princesas, hasta que eventualmente nos damos cuenta que somos simples mortales. Se que no soy una princesa, disto mucho de tener la estatura, cuerpo perfecto, y el pelo sedoso de Bella. No tengo una fortuna ni un castillo, ni soy una princesa moderna estilo Paris Hilton. No tengo toda la onda de mujer independiente que puede hacer mil cosas a la vez como Barbie. Y en personalidad y actitud tampoco soy “la mujer ideal”, así que ¿para qué esperar sentada (o dormida) al hombre perfecto, si yo no lo soy?. Y aclaro, tampoco quiero serlo ni creo que exista ese término. Solo tenemos que tener expectativas realistas y aprender que las imperfecciones hacen más interesantes a las personas.
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Dina Goldstein-Fallen Princesses |
Porque las cosas como son... AMO las chick flicks, y puedo ver The Notebook mil veces, pero de ahí a que piense que algún día llegará Ryan Gosling a declararme su amor es muy diferente. Cada que veo una película “de esas cursis” y me conmueve el corazón, alguien muy sabio que conozco me dice “eso solo pasa en las películas”. Y es que la vida real nunca es como en las películas. Estas se terminan en el momento en el que se perdonan y se dan un súper beso de envidia, o terminan cuando se casan, o cuando descubren su maravilloso y eterno amor. Pero una relación va mucho más allá que el beso en el aeropuerto. Los conflictos no terminan ahí, se tiene que seguir conociendo a la otra persona, superar miles de obstáculos, vivir experiencias buenas y malas, y si todo está a favor y todos los retos se superan, tal vez vivan felices por siempre; o al menos vivan por siempre. Aunque lo más probable es que algo o alguien los separe antes.
Puedo sonar pesimista, quiero pensar que más bien soy realista. No existe el príncipe azul, no existen las parejas siempre felices, no existen las relaciones perfectas, y tampoco existen las princesas (bueno solo la maldita afortunada de Kate). Pero si creo que puedes ser muy feliz con alguien mientras dure, y que ojalá eso sea por mucho tiempo.
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